Kaká está listo para entrenar y busca equipo

Kaká se sacó el título de entrenador y ahora aguarda por un club que quiera sus servicios. Podría apostar a que lo encontrará pronto, porque fue de esos jugadores a los cuales uno imaginó verlo alguna vez en un banquillo importante. Su manera de comportarse en el campo, su visión de juego, las relaciones con sus compañeros y los técnicos presagiaban que en el futuro podría ejercer como técnico, un trabajo ingrato pero apasionante.

Ricardo Izecson dos Santos Leite, más conocido como Kaká, es brasileño, pero no tiene el alma festiva de muchos de sus compañeros, de muchas de esas grandes estrellas que dilapidaron su talento en noches de fiestas y bares en cualquier lugar del mundo.

El que sabe de fútbol tuvo claro siempre que Ronaldo, el Fenómeno, jamás podría ser entrenador. Eso sí, puede ser un excelente hombre de negocios, presidir un club, gestionar, pero no me parece que pueda estar frente a un banquillo de 25 futbolistas cada día. Ronaldo es más informal. Lo mismo que Roberto Carlos, quien probó como entrenador y no le fue bien, razón por la cual volvió al Real Madrid, donde ejerce como embajador.

Kaká es otra cosa. Fue tan diferente al típico futbolista brasileño que parece que no salió de allí. No fue de gambetas diabólicas, ni de regates en una baldosa. Lo suyo fue más de correr al espacio, con esa zancada descomunal que enamoró a medio mundo. Lo suyo siempre tuvo clase y se tomó el fútbol como la mejor de las profesiones, sin quitarle méritos a los otros, que también fueron grandes. Incluso más grandes.

La otrora estrella del Milán AC fue el último ganador del Balón de Oro antes de que Cristiano Ronaldo y Lionel Messi lo acapararán todo, o casi todo, durante década y media. Fue crack en Brasil y estrella del Sao Paulo, con el cual firmó su primer contrato como profesional, allá por 2001, dos años antes de tomar una mochila e irse al Milán AC por una suma que ahora parecería irrisoria: ocho millones y medio de dólares.

Fue en el Milán donde brilló en toda su magnitud. En un equipo plagado de estrellas, como Alessandro Nesta, Paolo Maldini, Andrey Shevchenko y Andrea Pirlo, Kaká fue la gran estrella. Con los rossoneros lo ganó todo a nivel individual y colectivo.

Ganó Scudetto, Champions, Supercopa de Europa y Mundial de Clubes, y todo eso permitió que ganara también el Balón de Oro, el FIFA World Player, y el FIFpro con el cual se premia al más destacado jugador del mundo. Y entonces, en busca de más gloria y con más hambre de títulos, se fue al Real Madrid, en el mismo año que otros dos grandes, Cristiano Ronaldo y Karim Benzema.

Acumulaba, además, participación en dos Copas del Mundo, en una de las cuales, en Japón y Sudcorea 2002, había alzado el título, aunque con solo dos apariciones, en ambas desde el banquillo y con los partidos decididos a favor de la canarinha, como se conoce a la selección brasileña.

Llegó al Santiago Bernabéu con el cartel de crack mundial, para formar tándem con Cristiano Ronaldo y devolverle la gloria al equipo blanco, pero una grave lesión de rodilla y luego una pubalgia que no consiguió curar lo limitaron físicamente, no le permitieron ofrecer su mejor rendimiento, y el Real Madrid terminó por devolverlo a un Milán AC que volvió a recibirlo con los brazos abiertos. Pero ya no era el mismo y nunca más lo fue.

Eso sí, su comportamiento fue el de un caballero siempre. Aceptó suplencias sin levantar la voz, porque sabía que las merecía y siempre fue un ejemplo para los compañeros de vestuario, en tanto la prensa se preguntaba una y otra vez qué pasaba con el ganador del Balón de Oro.

El Madrid que había pagado 65 millones de euros al Milán por él, lo dejó ir gratis de vuelta a principios de 2013. Incluso, para regresar debió reducir su salario de 10 millones de euros netos anuales a solo cuatro, en una prueba fehaciente de cuán mal andaba por entonces.

Un año después rompió de mutuo acuerdo con el Milán y se fue al Orlando City, de la Major League Soccer de Estados Unidos, donde jugó hasta octubre de 2017, pero muy distante ya del futbolista que había encantado al mundo por una década.

Allí colgó los botines y entonces salió a flote ese 'bichito' que había estado sumergido mientras era jugador: el de entrenar al máximo nivel, razón por la cual, a los 40 años de edad, se sacó el título de entrenador, otorgado con nivel Academy por la Confederación Brasileña de Fútbol. Por encima, incluso, tiene la PRO, pero ya puede solicitarla y estar listo para adiestrar a cualquier equipo.

El propio jugador se hizo una foto con su diploma y dijo que ya tenía título, que ahora faltaba equipo, en un mensaje a aquellos clubes que quieran contar con sus servicios, en un "estoy acá", que de seguro alguien recogerá y le dará trabajo, porque de fútbol y de cómo hacer las cosas bien dentro de una cancha, el brasileño sabe mucho.

Es temprano para decir que entrenará a cualquiera de los principales clubes de Brasil, al Milán AC, al Real Madrid o a la selección brasileña, porque eso depende de cómo le vaya en el banquillo y el éxito que tenga en cada paso que dé, pero lo cierto es que a mi me enamora verlo como entrenador, porque pasó por grandes equipos y lo hizo muy bien en la cancha. Así que puede hacerlo igual desde el puesto de mando. ¿No crees usted?