En la noche del sábado venidero, el Real Madrid visitará Mestalla para medirse al Valencia por la fecha 27 de la Liga Española de Fútbol. En otros tiempos podría pasar como un partido más, sobre todo si tenemos en cuenta la diferencia de puntos entre un equipo y otro. El visitante líder cómodo de la competición, con solo una derrota en todo el trayecto, y el anfitrión 29 puntos por detrás, peleando cada unidad para intentar meterse en competiciones europeas.
Cada escuadra vive realidades diferentes. A uno la FIFA le otorgó el título honorífico, claro, de mejor club del siglo XX, y es también el mejor en lo que va de XXI, que no es poco. Encima de eso, tiene una sólida plantilla y una solvencia económica fuera de toda duda. En cada línea abundan los cracks en el Real Madrid, con varias de las grandes estrellas del más universal en este momento, como Jude Bellingham, Thibaut Courtois, Tony Kroos o Vinicius Junior.
De Vinicius hablaremos hoy, pero antes recordemos que el Valencia no es el mismo de principios de siglo, el equipo que llegó a finales de la UEFA Champions League, que ganó la Liga Española y que estaba plagado de estrellas y de internacionales. La realidad es otra, pero la rivalidad la misma y el choque en Mestalla estará marcado por un jugador, la afición y unos comportamientos que vienen del pasado, con acusaciones mutuas y en las que cada uno pretende tener la razón.
LA CRUZADA CONTRA VINICIUS
Vinicius no tiene buena prensa en España. Llegó al Real Madrid en un momento complicado para el club, por la salida de su más grande jugador, y desde los medios se mofaron de él. Unos creían que iba a explotar desde el minuto uno como el heredero directo de Cristiano Ronaldo y eso era imposible. Desde algún show de televisión también la emprendieron contra el jovencito brasileño, que sufrió todo tipo de insultos y vejaciones.
Pero el tiempo pasó. El habilidoso delantero comenzó a hacer de las suyas. Se volvió imparable para las defensas rivales y llegaron las provocaciones, las agresiones en el campo y las ofensas desde las gradas, incluso desde fuera de los estadios. Vinicius, que cada vez ganaba más confianza, tuvo a bien bailar con sus goles, encararse con la grada, disfrutar de lo que hacía en el campo, y comenzó a caer mal. Mucho más más a los medios, a los shows de TV, pero también a las aficiones rivales.
El año anterior, durante la visita del Real Madrid a Mestalla, la llegada del bus del equipo blanco al estadio estuvo marcada por gritos de “Mono, Vinicius eres un mono”, o “Vinicius Muérete”. NO lo dijo una persona, ni 10, ni cien. Fueron miles los que gritaron desde las inmediaciones del campo deportivo cuando llegó el delantero. Dentro también la emprendieron con él, y hubo un momento en el cual el jugador llamó al árbitro para señalar directamente a un aficionado.
El árbitro no detuvo el partido, y el brasileño dijo después que todo el estadio le había ofendido con gritos racistas. Claro que no fueron todos. Es imposible que, en un campo, todas las personas le griten a un jugador que solo sabe hacer bien su trabajo, que disfruta lo que hace, que se divierte y alegra la vida de las aficiones, aunque en campo contrario suene mal. Pero él es así, es su juego, es su fútbol y lo disfruta. Es de Brasil, no de Noruega, pero Mestalla no lo entiende.
Lo de los cánticos racistas a Vinicius trascendió. Hubo acusaciones. El jugador no se retractó, como sí hizo Carlo Ancelotti, que había tildado al campo como racista. Y ahora, toca el partido de vuelta, el retorno al feudo valenciano, donde es muy probable que le tengan al brasileño preparada alguna encerrona, tal vez con sutileza porque el aficionado sabe que tiene los ojos de La Liga encima y puede costarle una sanción.
EL PROBLEMA NO ES VINICIUS JUNIOR
Ahora mismo no apuesto un céntimo a que el partido vaya a jugarse completo. El árbitro del partido, cuyo nombre aún no se conoce, sabe que se le puede ir de la mano. El jugador está alertado para que no caiga en provocaciones, pero los rivales saben que es de sangre caliente e irán a por él, como hacen una semana sí y otra también en la mayoría de los campos españoles. Contra él, hasta ahora, ha habido barra libre para todo y al final es quien carga con las tarjetas.
El debut de Viny con el Real Madrid Castilla estuvo marcado por una sonora agresión de un jugador del Atlético de Madrid B, quien lo mordió en la cabeza en pleno partido. Ese día supo el de Sao Gonzalo que no le esperaban momentos buenos en España y que tendría que sobreponerse a agresiones en el campo, burlas, ofensas, provocaciones, patadas, la vista gorda de los árbitros y hasta a los cánticos de las tribunas, Mestalla entre ellos.
A todo eso sobrevivió. Cada vez es mejor jugador. Inscribió su nombre en la historia de la competición continental de clubes, al marcar el único gol en la final de la Champions de 2021-2022 ante el Liverpool inglés, al anotar goles antológicos en cualquier torneo y al multiplicar su ascendencia en su club y ante sus compañeros. Eso es demasiado más de lo que pudieron esperar sus detractores, que lo culpan de ser el problema, cuando en realidad es víctima.
Por ahí están las pruebas de las mofas -que no críticas- en El Chiringuito, los insultos racistas desde un plató de tv, en un programa de gran audiencia, y están las muestras de la permisibilidad arbitral. En el propio Mestalla, el día que señaló al que le gritaba desde la tribuna, luego de una agresión de un rival y de que casi lo ahorcaran por detrás, fue quien terminó expulsado. Ese es el escenario que se encontrará de nuevo en un campo donde no es bienvenido.
Por el momento, los equipos de Netflix que trabajan una serie sobre el brasileño no podrán entrar al campo. Habrá pitos, abucheos, gritos, tal vez alguno racista fuera del campo, porque allende las tribunas no se podrá castigar a nadie, pero el jugador irá a lo suyo, a ayudar a su equipo, a marcar o a asistir, incluso a desequilibrar, pero tal vez no sea como en la ida en el Bernabeu, donde le marcó dos goles y se dio un festín a cuentas de un equipo atrevido que mandó a la cancha Rubén Barajas.
