Hace cuatro años, el Atlético de Madrid pagó 127 millones de euros al Benfica de Portugal por Joao Félix. La directiva rojiblanca estaba segura de que, aunque había abonado 57 millones más de lo que valía el futbolista, de acuerdo a Transfermarkt, se había hecho con los servicios de uno de los nombres que marcaría una época en el club, La Liga, Europa y el mundo.
Lo del portugués era una inversión a corto plazo, porque el jugador llegaba con el cartel de gran estrella, a pesar de su juventud, y el consejero delegado, Miguel Ángel Gil Marín, y el presidente, Enrique Cerezo, complacían, con su compra, un pedido del entrenador, el argentino Diego Pablo Simeone, quien necesitaba armas de grueso calibre para su delantera, en su afán de ganar algún día la UEFA Champions League.
Con Joao, creía el Cholo, podría plantarle cara al Barcelona y al Real Madrid en el Campeonato Lacional de Liga y pelear en Europa en igualdad de condiciones con otros clubes poderosos, pero las cosas no siempre salen como uno las planifica y el traspaso del otrora jugador del Benfica, a la larga, fue más un fracaso que un éxito y hace unos meses el Atlético lo cedió al Chelsea inglés para que lo revalorizara o se lo quedará.
DE NIÑO MIMADO A JUGADOR COMÚN
Durante tres años, el delantero fue el niño mimado del Benfica, y en la temporada 2018-2019 se convirtió en la gran estrella. Y cuando el Atlético de Madrid pagó aquella cantidad por él, el crack imaginó que tendría el mismo estatus en el Wanda Metropolitano -ahora Cívitas Metropolitano- pero olvidó que la gran referencia de su nuevo equipo era el propio entrenador, el mejor pagado de la entidad y el técnico con salario más alto del mundo.
Al principio Simeone confió en él, intentó darle protagonismo y convertirlo en el reemplazo de Anthoine Griezman, quien se había marchado al Barcelona, pero el futbolista respondió con un juego intermitente, con descuidos en la marca, pérdidas de balón en momentos cruciales, y actitudes en el campo que no gustaron mucho al cuerpo técnico, entre ellos al entrenador.
Cuando alguna vez Simeone lo sustituyó, el jugador no respondió de la mejor manera. El técnico lo justificó en alguna ocasión y digo que a él tampoco le gustaba ser sustituido y que en ese caso habría actuado igual, pero lo cierto es que se fue creando un cisma entre el futbolista y el máximo responsable de la plantilla, una situación que tarde o temprano podía estallar.
Encima de eso, a medida que pasaban las temporadas, su juego iba perdiendo chispa, picardía, y parecía que nunca más volvería a ser el chico determinante en la cancha que compró el Atlético a precio de oro al Benfica. Se convirtió en habitual del banquillo o en uno más de la plantilla, y la directiva, después de escuchar a Simeone, optó por buscarle una salida a otro club.
La idea era que se reencontrara como jugador, que se revalorizara, para que alguien lo comprara, o para que regresara al club en caso de que Simeone no consiguiera meter a l equipo en Champions y decidiera ponerle fin a su contrato con el Atlético. La opción fue enviarlo al Chelsea, que andaba de capa caída en Europa y en la Premier, tal vez con la idea de que desde Stamford Bridge quisieran comprarlo después, pero no fue así.
INTERMITENTE CON EL CHELSEA Y SIN TENER A DÓNDE IR
Joao Félix tampoco fue decisivo con el Chelsea. No se encontró como jugador en el equipo londinense y le costó adaptarse a los esquemas de los técnicos ingleses, incluso al juego de la Premier. No aprovechó su cesión y al terminar la temporada lo único que estaba claro era su regreso al Atlético de Madrid, a ponerse otra vez bajo el mando de un entrenador que no confía en él.
Así, se fue de vacaciones. La esperanza de que su agente, el todopoderoso Jorge Mendes, compatriota suyo y otrora representante de Cristiano Ronaldo, le encontrara un buen sitio, seguía viva. Tal vez el mejor sitio era el Paris Saint-Germain, acostumbrado a realizar grandes fichajes cada verano, con la intención de levantar un trofeo de la UEFA Champions league que cada vez parece más lejano.
Mendes, sin embargo, tenía otras prioridades, y para el puesto de Joao Félix llevó al PSG a Marco Asensio, quien salió libre del Real Madrid y prefirió mudarse a la capital francesa antes que renovar por su club anterior. La firma del mallorquín no sentó bien en el entorno de Joao, quien consideró siempre que ese puesto podía ser para él. Al final es una puerta menos que se le puede abrir, a menos que el club francés lo ponga a pelear por el puesto con Asensio.
Lo cierto, en menos de una semana el portugués tiene que reportarse a los entrenamientos con el Atlético de Madrid. El Chelsea de Mauricio Pochettino no lo quiere, porque tiene jugadores de sobra y necesita aligerar la plantilla, ante todo, y es muy probable que en el Cívitas Metropolitanos se convierta en un habitual de los banquillos y vuelva a vivir la misma pesadilla de antes de salir cedido a Stamford Bridge.
Sin embargo, al mercado de verano le quedan dos meses y en ese tiempo pueden ocurrir muchas, entre ellas que el jugador recapacite, vuelva a mostrar su fútbol desbordante de clase y espectacularidad y Simeone decida quedarse con él, porque, salvo Griezman, no tiene a nadie con su clase en la plantilla. O que alguien vaya a por él, incluso gasta el Real Madrid, pero el vecino necesita más a un nueve puro que un jugador como el luso.
